Barcelona

Barcelona, la gran capital del país, no está tan lejos.

Olvídate del tráfico y del coche. El autobús de línea local te lleva directo al centro de la Ciudad Condal en tan solo 1 hora y 20 minutos. Allí te espera la Sagrada Familia y la Pedrera de Gaudí, las famosas Ramblas, los museos del Barça y Picasso y todo lo que ofrece una gran capital.

Si no tienes prisa y te cuadran los horarios, otra opción sería la Renfe, el ferrocarril, pero deberás tomarlo en Blanes, y si bien el recorrido por la costa es muy entretenido, el servicio es muy pobre.

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Girona

Girona, a una hora hacia el interior, es la segunda ciudad en importancia del territorio. Su catedral, el río Onyar con sus puentes (uno de ellos, el del diablo, construido por Gustavo Eiffel, el mismo de la torre de París) con sus coloreadas casas a la orilla del río Onyar, el Barrio Judío o los Baños Árabes, son algunas de sus visitas obligadas.

Girona es un refugio de gourmets, y si bien el reconocido y galardonado por la Guía Michelin, el restaurante El Celler de Can Roca no está al alcance de todos, la ciudad está llena de lugares donde tu paladar quedará más que satisfecho.

Palamós

Palamós, puerto pesquero por excelencia de la Costa Brava, merece una escapada y también disfrutar de su gastronomía, ya que es el paraíso de la Gamba Roja, un excelente manjar que allí se puede degustar casi recién pescado. Su Museo de la Pesca y un paseo por el barrio antiguo son dos opciones más a tener en cuenta, a no ser que estés dispuesto a andar un par de kilómetros hacia el norte para descubrir las emblemáticas calas de La Fosca y S’Alguer.

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Dalí y Cadaqués

El Museo Dalí en Figueres y la población de Cadaqués son algo exclusivo para los fanáticos del arte. Para ellos, a poco más de una hora de Tossa, en la ciudad de Figueres, donde nació el carismático Salvador Dalí, se puede visitar un museo excepcional, ya que es tan rompedor como la obra del mismo pintor.

Y si ya estás por la zona, otra hora de viaje valdrá la pena para visitar el pintoresco pueblo de Cadaqués y la cala de Port Lligat, donde el pintor tenía su casa de veraneo.